miércoles, 23 de diciembre de 2015

Viaje al encanto - Desde tres puntos de vistas

Era de noche. Ruth, Job y Aureliano no lo sabían. Ya no eran niños. Estaban los tres solos en aquel lugar después de viajar tantas horas desde su pequeño pueblo natal. Era un espacio en el cual nunca soñaron alguna vez trasladarse.
Aureliano se quejó de la luz brillante del transporte y buscaba la manera de apagarla. Antes de conseguir la solución a la incandescencia de dicha iluminación, empezó a sentir la mano de Ruth transpirando mientras sujetaba la suya. Para él era obvio que estaba atemorizada. Él intentó no expresar nerviosismo ni siquiera ansiedad, solo quería demostrar su valor y confianza, aunque nunca había viajado de esta manera.
Aureliano pidió a Job si podía pasar adelante y verificar cómo disminuir el brillo de aquella irradiación. El viaje fue lento, casi con renuencia. Al final se veía una pequeña luz escarlata, meta a la que debían acercarse pronto.
Ruth intensificó la fuerza con que apretaba la mano de Aureliano y a través de una mirada aletargada algo preguntó. Él  solo devolvió la mirada y asintió con un gesto.
Aureliano observaba como Job seguía entretenido buscando la manera de disminuir la iluminación.
Como Ruth no soltaba desde hace rato a Aureliano, este se llenó de valor para abrazarla por la cintura. Acercó cada vez más su cadera contra la de ella, hasta poder sentir su frágil cuerpo, el cual en segundos comenzó a temblar.
Se estaban acercando a la pequeña emisión escarlata. Job carraspeó para evitar que le fallará la voz mientras intentaba anunciar que ya estaban cerca de su objetivo.


Ruth durante toda la travesía se veía ansiosa o quizás arrepentida de haber tomado aquella decisión a última hora de viajar con ellos como la única chica del grupo.
Ella con su mirada parecía comunicar a Aureliano: ¡Ojala este traslado no se prolongue más! Pero él solo estaba preocupado por atenuar la luz que bañaba todo hasta encandilarlos.
Era tanto su nerviosismo, mientras apretaba la mano de Aureliano, que la suya empezó a transpirar.  Durante todo el desplazamiento, la  actitud de aquel era “aquí nada está pasando”. Se molestó tanto que estuvo a punto de gritarle algo pero justo en ese momento él pidió ayuda a Job para que pasará adelante y atenuara el brillo de la luz.
La pesada travesía empezó a desesperar a Ruth. La pequeña luz escarlata, destino al que pronto debían acercarse, se veía todavía lejos para ella.
Ruth estrechó tan fuerte la mano de Aureliano que si algún momento este se quejaba, no sería sorpresa para ella. Lo miró fijo a los ojos y  preguntó: “¿Estás seguro a dónde vamos?”. La simple respuesta de él asentir solo con un gesto de cabeza le repugnó.
Ella contemplaba a Job en su frustrado intento de atenuar el resplandor de aquella luz que tenía a todos cegados, pero para su desgracia creía que en algún momento lo único que conseguiría era apagarla.
De repente Ruth empezó a notar como el muy atrevido de Aureliano la tomó por la cintura y comenzó a apretarla contra él. Deseó retornar a casa y no volver a verlo por el resto de su existencia.
Ruth cambió de parecer cuando Job carraspeó fuerte para anunciar que estaban acercándose a su destino. 


Job estaba entretenido viendo cómo se acercaban cada vez más a su destino.
Entró en trance mientras contemplaba aquella emisión hipnotizadora de color escarlata. Aureliano quebrantó su paz para ordenarle que buscara la manera de disminuir la incandescencia de la luz blanca.
Job empezó a notar tardíamente el forcejeo entre Ruth y Aureliano, pero estaba  tan entretenido buscando la manera de reducir la intensidad de la luminiscencia que nunca advirtió el conflicto entre sus compañeros de viaje.
Job estaba defraudado por no poder terminar con la tarea asignada por Aureliano.
Aturdido por el mutismo entre Ruth y Aureliano, quizás nerviosos por ser la primera vez que peregrinaban de esta manera, el traslado tan lento para llegar a su destino y la intensa irradiación de la luz que nunca logró atenuar, lo único que Job consiguió fue terminar frustrado.
Sintió una resequedad en su garganta y buscó entre sus cosas algo de beber.
De repente una voz omnipotente  y sin emoción pronunció tres frases.
–¡Piso 19. Gracias por elegir nuestro hotel El Encanto. Disfruten su estadía!

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