sábado, 5 de diciembre de 2020

Aún la recuerdo

Invité a una chica a cenar a mi apartamento. No solo fui anfitrión, también actué de chef. La receta, para cortejar muchachas, tenía pocos ingredientes: vegetales, carne, pollo y camarones cocinados en un wok —eran buenos tiempos. Mucha salsa de soja y salsa agridulce. Todo acompañado con arroz blanco; un buen vino tinto; y, de postre, natilla con tope de canela.
—¿La receta es tuya? —preguntó ella.
—¡Por supuesto corazón! —dije.
Realicé una danza mientras preparaba el plato. El motivo era despertar en la invitada el mismo sentimiento que ella avivó en mí cuando secó sus labios con la lengua después de un trago de vino
—Veo que te gusta cocinar ¿Desde cuándo lo haces?
—¡Uuuffff! —en realidad fue mi tercer intento como cocinero.
La ventaja de cocinar en un wok era la rápida cocción de los alimentos. El arroz debía prepararse antes, al igual que el postre.
—¿Hiciste el postre?
—¿Qué crees tú? ¡¿Dudas de mí?! —mentí.
Preparé la mesa, arreglé la vajilla y, al momento de servir, ella preguntó:
—¿Puedo darle una probadita? —Entonces masticó un camarón.
En un instante la piel de su cara y el cuerpo estaba extremadamente roja. Empezó a respirar con dificultad.
—¿Tienes… algún… antialérg…? —preguntó ella sofocada.
Aún la recuerdo con mucho cariño.

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